Sí, hasta el año que viene… Se acercan las fiestas, y con ellas los regalos, el tiempo en familia y la comida casera, pero también los gastos, el estrés y los compromisos.
Ante la llegada de diciembre, mis pacientes suelen empezar a compartir conmigo sus planes, expectativas y preocupaciones respecto a esta época, y si una cosa queda clara, es que las fiestas siempre desatan sentimientos ambivalentes.
La Navidad se puede vivir con estrés por la presión de la familia, por tener que ir a una cena de empresa a la que en realidad no queremos asistir, por los gastos extra que generan estas fechas, por la organización de la comida, los regalos y el resto de preparativos, personas que desearíamos no tener que ver y otras que ya no vamos a ver más… todas estas expectativas puestas en la Navidad la convierten en una tarea. He llegado a tener pacientes con fobia a las fiestas por esta razón, cuando en realidad debería ser un momento para celebrar los vínculos con las personas que queremos y nos importan.
Por otro lado, estas fechas pueden causar nervios y cierto miedo porque representan un final y un nuevo comienzo. Los propósitos de año nuevo, todos los nuevos proyectos para el año que empieza, pero también las listas infinitas de cosas por hacer, se nos pueden hacer inmensas cuando apenas sentimos que hemos sobrevivido a este año. Sin embargo, si pensáramos en el recorrido que hemos hecho a lo largo del año, el esfuerzo que hemos puesto, nos daríamos cuenta de lo capaces que somos de superar nuevas metas.
Ante la llegada de diciembre, mis pacientes comparten conmigo sus planes, pero también me preguntan cómo hacer para gestionar el estrés durante las fiestas.
Todas estas sensaciones que traen la Navidad y el final de año tienen un factor en común: los imperativos. La Navidad se tiene que pasar en familia, tenemos que estar todos, además, felices. Tenemos que asistir a todos los eventos, tenemos que ir bien vestidos, comprar regalos y agradecer el quinto par de calcetines aunque luego lo vayamos a cambiar en la tienda. Hay que comerse las uvas, hay que brindar, hay que tener propósitos para el año nuevo, hay que cumplirlos, hay que, hay que, hay que…
¡Claro que estamos estresados! Estamos intentando responder a todos estos imperativos sobre las fiestas de la mejor manera posible, muchas veces, cuando ni siquiera es lo que realmente queremos. ¿Y si nos paramos a pensar un momento en qué queremos hacer? ¿Qué nos haría felices?
Entonces, respondiendo a la pregunta “¿cómo gestionar el estrés de las fiestas?”. Pon límites, no digas que sí a todo, celebra si quieres, y con quien quieras. Vístete bien, o no, lo que te haga más ilusión, pero lo más importante: escúchate a ti mismo.
Al respecto de los propósitos de año nuevo, te propongo algo diferente. En vez de mirar hacia el futuro, tómate un momento para reflexionar sobre este año. Aprovecha esta etapa de cierre para parar y hacer un balance de lo lejos que has llegado y lo que has aprendido en los últimos 12 meses. No te pongas más presión de la que ya nos imponen estas fechas, seguro que encuentras muchas razones por las que celebrar y motivación para todo lo que te espera.
Y con esta reflexión, que espero que te sirva para hacer de las fiestas una época más placentera y menos estresante, me despido por este año. Mis mejores deseos para estas fechas y ¡nos vemos el año que viene!