”Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”.
Carl Jung
Si pongo la alarma para las 7:30, al día siguiente me levantaré a las 7:30. Si cojo el tren a las 9:45, llegaré al trabajo a las 10:30. Si tengo una reunión a las 11, todos estarán listos en la oficina a las 11.
Entonces, si estoy conociendo a alguien, debo descifrar cada gesto y cada señal para saber si la historia saldrá bien y si he de seguir en contacto con la persona… porque si no va a salir bien, mejor no sigo.
La vida no funciona así.
Ah, ¿no?
Puede que una mañana tenga sueño y me quede en la cama diez minutos más, puede que el tren llegue tarde o que me encuentre a un viejo amigo de camino y que por la emoción lo pierda y se ofrezca a llevarme en su coche. Puede que la reunión se cancele por un imprevisto y que tenga una hora libre para pasear por la ciudad. También puede que todo salga según lo planeado, pero en la vida uno nunca sabe.
Tenemos un problema. Y es que creemos que lo podemos controlar todo. Vamos a todas partes con nuestros planes y nuestras agendas y nos olvidamos de que la vida pasa, que no es lineal. No es una fórmula matemática en la que podemos calcular con exactitud el resultado final, hay muchas variables en juego, el recorrido cambia, y nosotros con él.
No todo depende de mí…Concepto que no hemos de perder de vista para poder aceptar y soltar en el momento oportuno.
No me malinterpretes. Yo no podría vivir sin mi agenda. La vida requiere cierta planificación para que las cosas salgan bien o vayan hacia donde queremos. Hacer planes es consecuencia de soñar, de tener metas, pero lo cierto es que creer que esa organización es lo que ocurrirá es una ilusión, pues nuestros planes se pueden ver afectados por una infinidad de factores que no siempre podemos controlar.
En la consulta, actualmente me encuentro muy a menudo con personas que viven intentando controlarlo todo y que, ante la posibilidad de que sus expectativas no se cumplan, se dejan tomar por la ansiedad y el miedo. Por miedo al fracaso, prefieren no arriesgarse, cerrando la puerta a la posibilidad. Perdiéndose la oportunidad, el privilegio, de que los planes no sigan el curso trazado. ¡Si vieran que la magia de la vida está en lo inesperado…!
El problema radica en que queremos garantías, nos cuesta aceptar la incertidumbre. Extrapolamos la organización de nuestra agenda a la vida emocional y necesitamos saber que las cosas saldrán bien antes de aventurarnos a intentarlo. ¿Nos habremos acostumbrado a la automaticidad e inmediatez de la vida moderna? Nos estamos olvidando de nuestras emociones, de nuestras particularidades y nuestra espontaneidad que nos hacen tan humanos. Y así, convirtiéndonos en robots expertos en hacer planes, nos olvidamos de vivir. Como si quisiéramos saber el final de película para considerar si merece la pena verla, y no es una película, es la vida cuyo guión se irá escribiendo a medida que se transita: cada decisión, cada elección irá haciendo el camino con nosotros como actores, protagonistas de nuestra historia.
Hace poco más de un año el Tai Chi se cruzó en mi vida y con esta disciplina retornó algo en lo que me había iniciado hace algún tiempo ya: la filosofía taoísta. Como arte marcial interno, el Tai Chi pone énfasis – en uno de sus niveles – en la integración de la mente con el cuerpo y, de esta manera, coordinar la fuerza del cuerpo relajado, permitiendo un flujo energético que devuelve al cuerpo y la mente a un estado de armonía. Los principios del Tai Chi están relacionados con el taoísmo filosófico, cuyos valores se basan en la simplicidad, la espontaneidad y la naturalidad, redirigiendo el foco de las normas y el ritual. Aunque no voy a entrar en detalles técnicos de este arte, sí quiero compartir una cita de un autor contemporáneo que enfatiza los beneficios de iniciarnos en él. Así explica su filosofía al conducir como ejemplo:
“…a lo largo de los años de Tai Chi y Empuje de Manos, y estudiando el Tao te Ching, empecé a soltar mi dominio de la carretera. Empecé a rendirme ‘al campo’ del camino o de la carretera, relajándome y abriéndome frente a un ‘estado de conciencia pura’ – lo que buscamos en el Tai Chi. En el Tai Chi nos abrimos a todas nuestras sensaciones sin controlarlas.”
El Tao del tai chi. La creación de una nueva ciencia, Bill Douglas
Leyendo este libro me di cuenta de lo mucho que se parece y que comparto en mi práctica profesional transmitiendo a estos pacientes que necesitan controlarlo todo y, que es cuando nos dejamos llevar que quedamos inmersos en la experiencia y podemos sentir la corriente. Nos permite conectar con la vida, con el resto de las personas y sobre todo: con nosotros mismos.
¿Y si la ansiedad que nos genera querer controlarlo todo es justamente la que hace que los planes salgan mal? Con este post extiendo una invitación para volver a nosotros, a los orígenes, con un saber ancestral que se presenta con una vigencia en estos tiempos de inmediatez: a abrir nuestras emociones y a empezar a disfrutar del flujo de las cosas.
“¿Por qué no contentarse simplemente con vivirlo?”
Hua Hu Ching: Meditaciones Taoístas, Lao Tse